martes, 3 de mayo de 2016

PREGÓN XVIII FERIA DEL LIBRO DE TAUSTE

Aquí os dejamos el texto del pregón que nos regalaron Cervantes y Shakespeare el pasado 1 de Mayo, con ocasión de la XVIII Feria del Libro.
Disfrutalo, merece la pena.

PREGÓN FERIA DEL LIBRO DE TAUSTE
MIGUEL DE CERVANTES Y WILLIAM SHAKESPEARE

MIGUEL: Taustanos y taustanas, sed bienvenidos. Mi buen amigo William y yo nos sentimos enormemente agradecidos con esta vuestra villa que ha tenido a bien convertirnos en pregoneros de su ¿? feria literaria, aunque el motivo que os ha llevado a ello sea rememorar un momento sin duda trágico de nuestra existencia: el momento en que abandonamos la vida corpórea para convertirnos en espectros.

WILLIAM: Ay, amigo Miguel. ¡400 años ya desde que la muerte vino a nuestro encuentro!! Los seres humanos morimos de cuando en cuando y los gusanos se nos comen, pero no es de amor precisamente de lo que fallecemos.

 

MIGUEL: No, amigo William, tú y yo podemos afirmar con total seguridad que la figura de la Muerte, en cualquier traje que venga, resulta siempre espantosa. Aunque no es menos cierto que nosotros podemos considerarnos unos muertos ciertamente privilegiados.

WILLIAM: Así es. Hay más cosas en el cielo y en la tierra de lo que puede soñar nuestra filosofía. En vida sabíamos lo que éramos pero no lo que podíamos llegar a ser, y aún menos después de que la Muerte viniera a recogernos. ¿Quién podía imaginar en aquel ya lejano 1616 que 400 años después el mundo seguiría recordándonos y recordando los personajes que creamos? Nuestros Hamlets y Romeos, nuestros Sanchos y Quijotes nos han otorgado la inmortalidad.


MIGUEL: Sí, pero solo en parte. Porque sin ellos, sin nuestros lectores, ni nosotros ni nuestros personajes seríamos ahora mismo nada.

WILLIAM. Ser o no ser… he ahí la cuestión.

MIGUEL: Para nosotros ya no hay cuestión que valga, querido William. Seremos mientras estas buenas gentes nos lean y nos recuerden. Gracias pues, buenos amigos, porque cada vez que abrís y leéis uno de nuestros libros nos hacéis retornar a la vida. Os estaremos eternamente agradecidos.

WILLIAM: Sí, y nunca mejor dicho lo de eternamente. Leed amigos, porque leer os ayudará también a ser más libres y felices.

MIGUEL: ¡La libertad! Ya lo dijo el bueno de Quijote: la libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida.

WILLIAM: Por la libertad, por la honra…. y por la felicidad. Yo en vida siempre me sentí feliz. ¿Sabéis por qué? Porque no esperaba nada de nadie; esperar siempre duele. Los problemas no son eternos, siempre tienen solución. Lo único que no se resuelve es la muerte. La vida es corta, por eso amadla. Antes de hablar, escuchad. Antes de escribir, pensad. Antes de herir, sentid. Antes de rendiros, intentadlo. Antes de morir, vivid. Y os lo dice alguien que sabe muy bien lo que es vivir… y morir. Morir, dormir… ¿dormir? Tal vez soñar.

MIGUEL: El sueño es el alivio de las miserias para los que las sufren despiertos.

WILLIAM: Un hombre que no se alimenta de sus sueños envejece pronto.  El ser humano está hecho de la misma materia que los sueños y nuestra pequeña vida termina durmiendo.

MIGUEL: ¡Leed pues nobles amigos: para ser libres y felices! Y para poder soñar. Pero también para ser más sabios. Que quién anda mucho y lee mucho, va mucho y sabe mucho.

WILLIAM: "¡Libros! ¡Libros!  -decía el bueno de Lorca- una palabra mágica que equivale a decir: «amor, amor», y que los pueblos deberían pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras.”

MIGUEL: Federico también decía que “cuando el escritor ruso Fiódor Dostoievski, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes, cercado por desoladas llanuras de nieve infinita y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: «¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!». Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. “

WILLIAM: A mí me parece brillante la comparación que Vargas Llosa hace del mundo de los libros con un bosque encantado. Los libros están ahí, quietos, inertes, silenciosos, como los árboles y las plantas de las fantásticas historias infantiles, esperando la varita mágica que los anime: la lectura. Basta que los abráis y celebréis con sus páginas esa operación mágica, que es la lectura, para que la vida estalle en ellos convocada por la hechicería de sus letras y palabras: entonces, un surtidor de ideas e imágenes se elevará del papel hacia vosotros, os impregnará, arrebatará y trasladará a otra vida a menudo más rica, coherente, intensa y entretenida que la vida verdadera.

MIGUEL: Porque la vida de los libros enriquece y transforma. Los libros os harán más sensibles, más imaginativos y, como hemos dicho antes, más libres. A condición, claro está, de que podáis elegir los libros que queréis leer, y que los libros puedan escribirse e imprimirse sin inquisidores ni comisarios que los mutilen. En cierto modo los libros pueden ayudar a cambiar vuestro destino, amigos.


MIGUEL: Que gran verdad encierran esas palabras. Y ya sabes que la verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua. Yo creo que los libros nos dan aquello que la vida que vivimos no nos da.

WILLIAM: Sí, amigos mortales, porque los libros os permitirán también viajar a través del espacio y del tiempo, algo que aparentemente está reservado en exclusiva a espectros como nosotros. Pero en los libros también se halla la humanidad viviente, con lo mejor y peor que ella tiene: sus creencias, sus fantasías, sus conocimientos, sus sueños, sus contradicciones, sus amores…


WILLIAM: El amor, como ciego que es, impide a los amantes ver las divertidas tonterías que cometen.

MIGUEL: Yo creo, no obstante, que no deberían confundirse Amor y Deseo; porque no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama.


MIGUEL: Ay, amigo William, a ambos nos pierde hablar del Amor.

WILLIAM: ¿Y en qué libro, amigo Miguel, por vulgar que sea, no subyace una historia de amor? Pero creo que estamos hablando demasiado: en un minuto hay muchos días y nosotros ya llevamos unos cuantos encaramados a este balcón. No me extrañaría que estas buenas gentes empiece a cansarse de las divagaciones de estos dos viejos de más de 400 años.

MIGUEL: Tienes razón, William, va llegando el momento de despedirse. Disculpad pues, nobles gentes, los desvaríos de estos dos pobres espectros para quienes la pluma fue la lengua de su alma. Quedad con Dios y recordad que algún lugar de un libro siempre habrá una frase esperándoos para darle sentido a vuestra existencia.

WILLIAM: Si nosotros, vanas sombras, os hemos ofendido,
pensad nada más que os quedasteis ahí, dormidos,
mientras estas visiones aparecían.
Buenos días, os digo a todos.
Y si sois amigos, aplaudid
que Puck os recompense tal y como merecíais.


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