Disfrutalo, merece la pena.
PREGÓN FERIA DEL LIBRO DE TAUSTE
MIGUEL DE CERVANTES Y
WILLIAM SHAKESPEARE
MIGUEL: Taustanos y taustanas, sed bienvenidos. Mi buen
amigo William y yo nos sentimos enormemente agradecidos con esta vuestra villa
que ha tenido a bien convertirnos en pregoneros de su ¿? feria literaria,
aunque el motivo que os ha llevado a ello sea rememorar un momento sin duda
trágico de nuestra existencia: el momento en que abandonamos la vida corpórea
para convertirnos en espectros.
WILLIAM:
Ay, amigo Miguel. ¡400 años ya
desde que la muerte vino a nuestro encuentro!! Los seres humanos morimos de cuando
en cuando y los gusanos se nos comen, pero no es de amor precisamente de lo que
fallecemos.
MIGUEL:
No, amigo William, tú y yo podemos afirmar con total seguridad que la figura de
la Muerte, en cualquier
traje que venga, resulta siempre espantosa. Aunque no es menos cierto que
nosotros podemos considerarnos unos muertos ciertamente privilegiados.
WILLIAM: Así es. Hay más cosas en el cielo y en la tierra de lo que puede
soñar nuestra filosofía. En vida sabíamos lo que éramos pero no lo que podíamos
llegar a ser, y aún menos después de que la Muerte viniera a recogernos. ¿Quién
podía imaginar en aquel ya lejano 1616 que 400 años después el mundo seguiría recordándonos
y recordando los personajes que creamos? Nuestros Hamlets y Romeos, nuestros Sanchos
y Quijotes nos han otorgado la inmortalidad.
MIGUEL:
Sí, pero solo en parte. Porque sin ellos, sin nuestros lectores, ni nosotros ni
nuestros personajes seríamos ahora mismo nada.
WILLIAM.
Ser o no ser… he ahí la cuestión.
MIGUEL:
Para nosotros ya no hay cuestión que valga, querido William. Seremos mientras
estas buenas gentes nos lean y nos recuerden. Gracias pues, buenos amigos,
porque cada vez que abrís y leéis uno de nuestros libros nos hacéis retornar a
la vida. Os estaremos eternamente agradecidos.
WILLIAM:
Sí, y nunca mejor dicho lo de eternamente. Leed amigos, porque leer os ayudará también
a ser más libres y felices.
MIGUEL:
¡La libertad! Ya lo dijo el bueno de Quijote: la libertad es uno de los más
preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden
igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así
como por la honra, se puede y debe aventurar la vida.
WILLIAM:
Por la libertad, por la honra…. y por la felicidad. Yo en vida siempre me sentí
feliz. ¿Sabéis por qué? Porque no esperaba nada de nadie; esperar siempre
duele. Los problemas no son eternos, siempre tienen solución. Lo único que no
se resuelve es la muerte. La vida es corta, por eso amadla. Antes de hablar,
escuchad. Antes de escribir, pensad. Antes de herir, sentid. Antes de rendiros,
intentadlo. Antes de morir, vivid. Y os lo dice alguien que sabe muy bien lo
que es vivir… y morir. Morir, dormir… ¿dormir? Tal vez soñar.
MIGUEL:
El
sueño es el alivio de las miserias para los que las sufren despiertos.
WILLIAM: Un hombre que no se alimenta de sus sueños envejece pronto. El ser humano
está hecho de la misma materia que los sueños y nuestra pequeña vida termina durmiendo.
MIGUEL: ¡Leed pues nobles amigos: para ser libres y felices! Y para poder
soñar. Pero también para ser más sabios. Que quién anda mucho y lee mucho, va
mucho y sabe mucho.
WILLIAM: "¡Libros!
¡Libros! -decía el bueno de Lorca- una
palabra mágica que equivale a decir: «amor, amor», y que los pueblos deberían
pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras.”
MIGUEL: Federico también
decía que “cuando el escritor ruso Fiódor Dostoievski, estaba prisionero en la
Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes, cercado por desoladas
llanuras de nieve infinita y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo
decía: «¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!». Tenía
frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es
decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del
corazón. “
WILLIAM: A mí me parece brillante la
comparación que Vargas Llosa hace del mundo de los libros con un bosque encantado.
Los libros están ahí, quietos, inertes, silenciosos, como los árboles y las
plantas de las fantásticas historias infantiles, esperando la varita mágica que
los anime: la lectura. Basta que los abráis y celebréis con sus páginas esa
operación mágica, que es la lectura, para que la vida estalle en ellos
convocada por la hechicería de sus letras y palabras: entonces, un surtidor de
ideas e imágenes se elevará del papel hacia vosotros, os impregnará, arrebatará
y trasladará a otra vida a menudo más rica, coherente, intensa y entretenida
que la vida verdadera.
MIGUEL: Porque la vida de los libros enriquece y
transforma. Los libros os harán más sensibles, más imaginativos y, como hemos
dicho antes, más libres.
A condición, claro está, de que podáis elegir los libros que queréis leer, y
que los libros puedan escribirse e imprimirse sin inquisidores ni comisarios
que los mutilen. En cierto modo los libros pueden ayudar a
cambiar vuestro destino, amigos.
WILLIAM: Es cierto que es el Destino quien baraja las cartas,
pero sois vosotros los que jugáis la partida de la vida.
MIGUEL: Que gran verdad encierran esas
palabras. Y ya sabes que la verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre
la mentira como el aceite sobre el agua. Yo creo que los libros nos dan aquello que la vida que vivimos no nos da.
WILLIAM: Sí, amigos
mortales, porque los libros os permitirán también viajar a través del espacio y
del tiempo, algo que aparentemente está reservado en exclusiva a espectros como
nosotros. Pero en los
libros también se halla
la humanidad viviente, con lo mejor y peor que ella tiene: sus creencias, sus
fantasías, sus conocimientos, sus sueños, sus contradicciones, sus amores…
WILLIAM:
El amor, como ciego que es, impide a los amantes ver las divertidas tonterías
que cometen.
MIGUEL:
Yo creo, no obstante, que no deberían confundirse Amor y Deseo; porque no todo
lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama.
WILLIAM:
¡Oh amor poderoso!
Que a veces hace de una bestia un hombre, y otras, de un hombre una bestia.
MIGUEL:
Ay, amigo William, a ambos nos pierde hablar del Amor.
WILLIAM: ¿Y en qué libro, amigo
Miguel, por vulgar que sea, no subyace una historia de amor? Pero creo que estamos
hablando demasiado: en un minuto hay muchos días y nosotros ya llevamos unos
cuantos encaramados a este balcón. No me extrañaría que estas buenas gentes empiece
a cansarse de las divagaciones de estos dos viejos de más de 400 años.
MIGUEL:
Tienes razón, William, va llegando el momento de despedirse. Disculpad pues,
nobles gentes, los desvaríos de estos dos pobres espectros para quienes la
pluma fue la lengua de su alma. Quedad con Dios y recordad que algún lugar de
un libro siempre habrá una frase esperándoos para darle sentido a vuestra
existencia.
WILLIAM: Si
nosotros, vanas sombras, os hemos ofendido,
pensad nada más que os quedasteis ahí, dormidos,
mientras estas visiones aparecían.
Buenos días, os digo a todos.
pensad nada más que os quedasteis ahí, dormidos,
mientras estas visiones aparecían.
Buenos días, os digo a todos.
Y si sois
amigos, aplaudid
que Puck os recompense tal y como merecíais.
que Puck os recompense tal y como merecíais.
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